Oporto, ciudad de contrastes

Llegué a Oporto habiendo curioseado bastante sobre la ciudad. Nada más dejar las maletas en el piso fui andando hacia el río para ver aquello que había visto en las postales y mi sorpresa fue encontrarme cantidad de casas con techos de chapa y plásticos sujetos con piedras al más puro estilo favela, pero al seguir andando, a unos cuantos metros, ahí estaba esa imagen de postal con edificios de colores también intercalados con otros destartalados.
Y es que Oporto es eso, todo contrastes, entre nuevo y viejo, reformado y abandonado, cuerdos y locos…
La ciudad, en general, es divertida, sobre todo si hace sol ya que al caer la noche los portugueses desaparecen. Puedes salir de casa sin saber a qué hora volverás porque siempre surgen planes o cosas que ver. Hay exposiciones, eventos o conciertos a diario y además puedes encontrar sitios donde comer muy bien a precios baratos.
La ESAD de Matosinhos es una escuela privada, y se nota. Nos recibieron muy bien aunque con los horarios en blanco. Lo bueno es que somos tal cantidad de Erasmus que en seguida nos organizamos por estudios para ir ayudándonos unos a otros.
Los primeros días que fuimos a clase creíamos que nos habíamos equivocado de aula porque no había nadie hasta pasada la hora, descubrimos que los horarios aquí no se siguen a rajatabla, al menos para entrar en clase, y aunque algunos compañeros portugueses son bastante cerrados con nosotros los profesores ayudan bastante ya que están muy acostumbrados a recibir alumnos Erasmus.
Al estar la ESAD muy cerca de la playa nos escapamos en las horas entre clases a comer allí o pasear por la orilla cuando no llueve, cuando llueve aprovechamos para hacer trabajos en las aulas libres o charlar en la cafetería.
En resumen, Oporto es una ciudad que choca al llegar pero una vez le coges el truco no hay tiempo para aburrirse.
Fotografías y texto: María López.